Una imagen homogénea, y hermética se describe en un panorama global plural, desigual, y excluyente. La pandemia desafía la capacidad de comprensión del otro, la mirada abierta e inclusiva de los mundos/otros. ¿Seremos capaces de ver los contrastes y tonalidades de una foto, que a primera vista se presenta homogénea, pero en su interior es tan diversa como disgregadora?
Desde nuestras pantallas y dispositivos somos capaces de levantar el dedo y señalar quien no cumple el aislamiento, carteles, frases y escraches se viralizan en los muros de cada perfil. Se produce el rechazo y el odio de aquel que no está cumpliendo. Todos somos vigilantes, justicieros y superheroes, sin incorporar el otro/otros. Todos somos portadores de: “entre todos lo lograremos” , “juntos lo superaremos”. ¡que viva la democracia!
La parodia, la paradoja y la contradicción radical y fragmentaria se transforman en la narrativa por excelencia de esta posmodernidad. Nos aferramos a: “todos juntos nos salvamos de esta”, pero nos aferramos al héroe individual y justiciero que bajo la comodidad de una casa burguesa no es capaz de comprender ese mudo/otros. Y es desde este ciberespacio que condenamos a quienes se ven impedidos de cumplir con esa medida totalitaria; medida que en nombre de la democracia actúa por el bien común.
La democracia camina en cuerda floja y siempre lo ha hecho, la diferencia es que la pandemia es el prisma revelador de un sistema precario desigual y totalitario en muchos aspectos. Este virus explota las características de la vida que nosotros mismos nos hemos dado. Sobrepoblación, turismo masivo, urbes inmensas, cadenas de suministros a miles de kilómetros y una extrema desigualdad en el reparto de la riqueza y en los sistemas de salud públicos. Aun así mecanismos democráticos sostienen los pilares del sistema perverso y global que origina el aislamiento.
Si bien es verdad que la cuarentena es una decisión adecuada para poder zanjar esta pandemia, también es verdad, que la política debería ser totalizadora pero no totalitaria. Los femisidios en aumento es una imagen desnuda y desgarradora de lo homogéneo y totalitario. El aislamiento puede significar tanto una sentencia de muerte como mirar Netflix durante 12hs seguida, y es ahí donde la comprensión del otro es lo que nos diferencia de un autoritarismo salvaje a un estado democrático y plural.
El aislamiento para una parte de la sociedad solo es espacial, la globalización digital nos sirve como vinculo, como entramado social dentro del ciberespacio. Pero para muchos otros es aislamiento espacial y social, la brecha digital y el acceso a la tecnología se vuelve un componente que refuerza más la exclusión de la ciudadanía como su control masivo.
La cuarentena no puede ser una política totalitaria, debe menguar las diferencias, debe calar en cada diferencia societal y encontrar una respuesta más plural e inclusiva. El aislamiento no es posible en sectores sin techo, en techos húmedos y casa de chapa, donde el espacio de encierro solo es un espacio de acogida nocturna para descansar el cuerpo. El aislamiento no puede ser una política totalitaria, el héroe individual y justiciero no es un ciudadano democrático.
Las políticas gubernamentales han ido zanjando esas diferencias, las medidas de asistencia y contemplación de diferentes sectores van modificando lo que al principio fue un régimen autoritario, se paso de la tiranía sanitaria a una acción social e implementación de la salud pública. Pero aun así el dedo acusador esta en cada sujeto, en cada persona que juega a cumplir su perfecto rol de aislamiento, porque él si es un buen ciudadano y vigilante de la ley. Ese bien ciudadano nunca sopeso ni reflexiono sobre lo autoritario de la medida. Sobre la militarización del espacio público/privado.
Esta pandemia revela por otro lado la disolución del ciudadano, los gigantes de la aldea global nos transforman en metadatos ( google, aphel, Facebook, amazon) para poder controlarnos, la ciudadanía se vuelve más un acto individual y hermético. El teletrabajo masivo, el freelance, el trabajo informal, y el aumento de desempleo continuo y paulatino se refuerzan en la crisis, pero nada de ello es fruto del covid 19, es lo que nosotros mismos construimos, la desaparición de esta ciudadanía seda en el refuerzo del control masivo y consumo por metadato. Las crisis revelan de la imagen, lo que la imagen esconde al revelar.
Pero toda imagen tiene su contra cara, siempre hay un negativo y un positivo. Esa contra cara es la aparición de una nueva ciudadanía, apareciendo que podemos esperar después de flanquear esta crisis. Los movimientos solidarios que se tejen entre las personas, mediante la repartición de medicamentos, distribución de alimentos. Emprendedores que abastecen pequeñas industrias, las redes de circulación de información múltiples que surgen a partir del aislamiento. El movimiento societal también tiene ese lado positivo, pasa del dedo acusatorio a las manos solidarias. Pero aun así, debemos esperar lo razonable, y frente a esta crisis el control y el disciplinamiento se han endurecido y calado en lo más íntimo de nuestras vidas. Las instituciones se debilitan y las aplicaciones se fortalecen.
La crisis que enfrentamos nos llena de dudas y nos invita a meras conjetura. Los analistas pueden tardar años e incluso décadas en explicar todas las implicaciones de lo que se vive estos días. La crisis inflacionaria global, será mucho mayor que la del 2008, la mayoría de las economías tardarán entre dos y tres años en regresar a los niveles de producción que tenían antes de la epidemia. Las cadenas de producción nacional se paralizan, pero también las multinacionales, el mercado global, deberá pensar las relaciones de dependencia y lejanía ya que dependían de ese movimiento constante de personas y mercancías. La aldea global se desestabiliza. Por tanto la economía tras el corona-virus trae, en principio, el requisito de la solidaridad. Y de la crisis solo podemos esperar lo razonable. ¿Que pasara cuando el autoritarismo de los gobernadores y los algoritmos controladores no puedan resolver la exclusión y pobreza que afrontara el panorama mundial luego del covid 19? Alerta porque esto nos puede llevar a un estado de mayor autoritarismo como represivo, expandiendo aún más los dictámenes neoliberales que nos han llevado a esta crisis actual.
No es ni la Unión Europea ni Estados Unidos que responde a los mundos/otros de manera genuina y enfrenta la crisis a través del primas humanitario y solidario. Es China y Cuba quien a ojos cerrados moviliza médicos y abastece recursos para una solución global. La globalización no es el problema sino las estructura de las que se ciñe. El despiadado sistema neo-liberal que como ya hemos visto, cae siempre parado y fortalecido de las crisis.
Así que nuevamente les pregunto y me pregunto ¿Qué hay que esperar después de la crisis? Hay que esperar lo razonable. La posibilidad del cambio o el endurecimiento del neoliberalismo. Como dice una amiga, la política es el arte de lo posible. La política es contingencia, y esa contingencia es nuestro camino hacia el otro/otros.
No son solo los gobiernos (los políticos) quienes implantan sus regulaciones son todos los ciudadanos quienes hacen que una democracia pueda ser consensuada y liberal, o inclusiva y plural. Los dedos acusatorios no vinieron desde los hombres con traje que gobiernan en nuestro país, los dedos acusatorios fueron los ciudadanos incapaces de ver una imagen que si a primera vista puede ser homogénea, tiene sus tonalidades y contraste. Pero esos mismos dedos acusatorios, también exigieron mayor recurso a los hospitales públicos, cadenas de favores y ayuda humanitaria para quienes no tienen alimento, techo o refugio. Si el dedo acusatorio es el denotado de una política totalitaria, si el humanitarismo solidario es el disfraz de una buena moral, no estamos viendo los mundos/otros. Solo estamos siendo parte de este sistema desigual que controla las periferias y fortalece los centros. La ciudadanía basada en la democracia liberal nos dice que nuestro derecho termina donde empieza el del otro. Pero este nuevo ciudadano que nos propone la crisis debería saber que mis derechos comienzan desde y con el otro.
Si fuéramos capaces de disminuir los dedos acusatorios y replantearnos más sobre la nueva ciudadanía que nos toca afrontar pos-cuarentena, le ganaremos a la imagen homogénea la pluralidad de las tonalidades y los colores. Le ganaríamos a la aldea global los mundos/otros. Y en ese cruce de mundos/otros tal vez encontremos una salida de la crisis en los años venideros.
La crisis revela lo que la imagen esconde al revelar, toda fotografía tiene un negativo y un positivo, y en esa zona de blancura se puede ver la fauna y flora en expansión y crecimiento, una atmósfera limpia y pura, tal vez seremos otros en otros mundos. Pero no es gracias al covid 19, sino a la posibilidad de ver en el otro: mundos/otros posibles.
コメント